martes, 3 de noviembre de 2009

Recuperar, de nuevo, los nombres de las cosas...

Cuando era pequeña tenía un pequeño trauma con mi nombre. Y es que, cada vez que alguien me preguntaba "¿cómo te llamas?" yo sabía que después de mi nombre vendrían un cúmulo de "¿qué?" "¿cómo?".

En mi época adolescente, en la que habitualmente los chicos que intentaban ligar empezaban con la ya consabida frase de "¿cómo te llamas?", yo les solía contestar "Ana". No para engañarles, sino para evitar alargar la conversación más allá de lo estrictamente necesario.

Una vez entrada en la edad adulta, ya había olvidado esa sensación. En ocasiones, los clientes extranjeros, o los abogados de fuera, me llaman cosas como "Rusel, Ruth, Ruget, Roger, etc."

Esta mañana tenía un juicio con un abogado del País Vasco, con el que las conversaciones por teléfono siempre empezaban:
- Hola Emilio.
- Hola, señorita.- era la forma más educada que encontró el señor de llamarme de alguna manera que no denotara que no tenía ni idea de cómo se pronuncia mi nombre.

Pues acabo de vivir una situación tan divertida, que he pensado, "esto se merece un post" y aquí va el extracto de conversación:

- ¿cómo te llamas?
- Roser
- Ru... qué?
- Roser
- Pero, ¿eso es un nombre?
- Sí, claro.
- Ah, pues vaya. Ruset?
- Sí, más o menos.
- Pues qué original, no?

Y estaba a punto de decirle "pues precisamente original no, porque es un nombre de abuela, pero si usted no lo ha oído jamás en los cuarenta años que lleva viviendo en Cataluña, pues no es culpa mía ni de mi nombre" Pero educadamente le he dicho, "sí, sí" con una ligera sonrisa en mi rostro.

3 comentarios:

Anónimo j. dijo...

¡Coño! ¿No te llamas Ana?
j.

Nadia dijo...

¡Toda la vida engañados! Rus di la verdad, ¡te llamas Rosario!

LoSt dijo...

que mona