viernes, 26 de junio de 2009

Ayer antes de cenar...

Sentada de tal manera que los pies, el culo y la mitad de la espalda reposan sobre el sofá, y el cuello y la cabeza sobre uno de sus reposa-brazos.
Suena un CD de John Lee Hooker, y estoy leyendo el boom editorial del año.
Sólo una copa de vino lo podría mejorar.

jueves, 25 de junio de 2009

Pájaros de barro

El lunes por la tarde, hacia las 19.20 horas, pasé con mi moto por la calle Diputación, a la altura de Passeig de Gràcia. Mi sorpresa fue tremenda al descubrir una cría de gaviota andando por el centro de la calzada, en la misma dirección que los coches.

El primer impulso fue hacer sonar el cláxon para que se asustara y saliera a volar, pero me dio miedo que al levantar el vuelo me golpeara, ya que, por mucho que fuera una cría, medía más de treinta centímetros.

Justo cuando pasaba por su lado, vi que estaba absolutamente desorientada, pero aún así alzó el vuelo. Me alegré porque desde la altura vería dónde está el mar, y abandonaría aquella zona atestada de peligros para ella.

El martes a las 8.45 minutos, pasaba con mi moto por Consell de Cent a la altura de Balmes, y descubrí chafada por lo coches la cría de una gaviota en mitad de la calzada.

miércoles, 17 de junio de 2009

10 cosas que dan mucha rabia.

1. Coger una lata de coca-cola en el súper y esté pegajosa porque se ha abierto alguna dentro del palé. (también sirve para las botellas de aceite grasientas por fuera)

2. Tener mucha prisa y encontrarte justo con la vecina de abajo que considera imprescindible tratar un tema de suma importancia en ese momento: que la gente da golpes al cerrar la puerta de acceso al edificio.

3. Llegar a la moto y ser consciente de que la noche anterior alguien se ha montado un botellón encima suyo.

4. Cambiarte de peinado y que nadie lo note. O cortarte el pelo. O hacerte un baño de color...

5. Tener ocho e-mail nuevos, y cuando vas a la bandeja de entrada, que sean todos de publicidad.

6. Que los mitos sexuales actuales tengan diez años menos que tú.

7. Ir siempre al mismo bar, pero que te traten cada vez como si no te conocieran de nada, porque en los bares fashion no existen los clientes habituales.

8. Ir de compras y volver con las manos vacías, y con tres horas menos de tu vida.

9. Que cenar en una terraza sea más caro que una letra de la hipoteca.

10. No encontrar el décimo punto para cerrar la lista.

lunes, 15 de junio de 2009

El ciclista, la brecha y el triciclo

Todos sabemos cómo van los ciclistas por la ciudad, y cómo se queja todo el mundo, y como los que han ido en bici toda la vida se llevan las manos a la cabeza cuando vez a los locos de las dos rueda.
Parada en un semáforo de la Plaza España vi como un ciclista con mucha prisa decidió que, a pesar de estar el semáforo de peatones en rojo, como el de los vehículos también lo estaba, cruzó todo el paso de cebra que hay al final de la calle Tarragona, continuó por el carril de la derecha de los coches en contra dirección hasta llegar a la altura de Gran Via, donde subió a la acera a una velocidad demasiado alta para encontrarse con los peatones.
Seguí mi camino hasta casa, y en el último momento decidimos comprar alguna lata de cerveza para cenar.
Estábamos cruzando el paso de peatones de la calle María Aurélia de Capmany, cuando un ciclista que bajaba a gran velocidad por Riera Alta, se encontró con un paso de peatones, oh Dios mío, con peatones cruzando. Cualquiera que conduzca habitualmente, se hubiera parado ante los peatones, hubiera esperado a que cruzaran, y hubiera continuado la marcha. Pero nuestro amigo ciclista, decidió esquivarnos a todos, porque formábamos un grupo bastante compacto (mi compañero, yo y una madre con sus dos churumbeles).
Ante la decisión de esquivarnos, tomó una nueva decisión incorrecta: en lugar de esquivarnos por detrás, decidió pasar por delante de nuestras narices, a una velocidad, repito, bastante elevada. Uno de los niños, al ver que no venían coches, se lanzó a la carrera con su triciclo, y el ciclista (que estaba ocupando un carril en contra dirección, cosa que no hubiera pasado si nos hubiera esquivado por detrás) tuvo que frenar con tal fuerza que voló por encima de la bici, aterrizando sobre el niño.
El chico se hizo una brecha de unos tres centímetros en la barbilla, que sangraba y sangraba. El niño se asustó tanto que no paraba de llorar. Yo llamé una ambulancia, y mi compañero fue a buscar una botella de agua para el herido.
Lo cómico de la historia fue que, cuando le estábamos atendiendo, el chico con una cara blanca como la nieve, y los labios azules aún del susto, dijo "es que cruzan sin mirar".

lunes, 8 de junio de 2009

La burla

El otro día esperaba en la estación de tren. En el andén de delante mío había un grupo de adolescentes dispuesto a ir a la playa. Ellos llevaban a modo de pantalón el bañador, y ellas dejaban asomar las tiras del bikini por encima del escote. Eran unos diez o doce. Si los tuvieramos que clasificar según su tribu urbana, "cholos" es el adjetivo que mejor les define.

En el andén donde yo esperaba había una chica vestida con bambas negras, calentadores negros por los pies, medias negras con una carrera enorme, minifalda tejana, camiseta holgada negra, una mochila, el pelo negro con dos mechones rubios, maquillada con la raya del ojo y la sombra negras. Debía de tener la misma edad que los personajillos del otro andén.

Éstos la miraron, empezaron a hacer comentarios entre ellos, y al final uno se lanzó a la piscina, y la insultó, o como mínimo la intentó insultar. Ella, fumando y con mirada desafiante, se quedó en su sitio, mirando fijamente a los ojos al valiente. Todos los cholos se rieron, ella los miró mal, y contoneando su trasero, se dedicó a pesear arriba y abajo por el andén, sin quitarles el ojo de encima.

Ya en el tren, había tres preadolescentes que se rieron mucho cuando llegamos a Clot- Aragó y vieron un grupo de preadolescentes de su edad vestidos de scouts.

Y llegué a la conclusión de que tendemos a compararnos con nuestros iguales. Los preadolescentes, no se hubieran reido de la chica del andén, porque no era su igual, y por tanto no se compararían jamás con ella.

miércoles, 3 de junio de 2009

Tan lejos y tan cerca

Ser turista en una ciudad donde las cosas no funcionan de una manera muy diferente a la tuya, donde la gente habla tu mismo idioma, donde entiendes todos los carteles, y donde hay más bares que en toda Noruega, te hace sentir menos turista.
No ha sido turismo, ha sido una experiencia, donde todo me recordaba a algo, donde todo era familiar, a pesar de no haberlo visto nunca antes, donde la gente me sonaba, a pesar de no conocerles.
Volveré.