martes, 28 de mayo de 2013

El reverso de la ciudad

LLevo tiempo sin escribir, y el último post era hasta bonito: "aunque vivamos en una ciudad, estamos los unos al lado de los otros".

Pues hoy escribo porque ayer pasó algo que me hizo pensar todo lo contrario y no puedo dejar de darle vueltas.

En la finca donde vivo sólo quedan tres personas que llevan viviendo allí más de 30 años. El resto es gente joven, que se mudó al barrio de moda. Que se dan dos besos al llegar a las reuniones de vecinos. Que se quejan en todas las reuniones de vecinos sobre el dinero, pero que paralelamente llevan unos modelitos que valen una pasta. Todos son de clase media, autóctonos y bien educados.

Pues ayer, una de las vecinas, envió un e-mail al administrador de fincas (con copia a todos los vecinos) explicando que uno de los señores mayores que queda en la escalera ha fallecido. Triste noticia, especialmente para los que le conocen desde antes de que hubiera democracia en este país. Ayer, una decía "ay, con lo majo que era cuando era joven y, mira, se ha muerto ahí solo. Qué pena. Qué pena".

Lo sorprendente del e-mail de la vecina no era que nos informara de la muerte, sino que a renglón seguido preguntaba "¿y ahora qué pasará con la contribución de la escalera?".

De qué cosas se preocupan algunos.

viernes, 1 de febrero de 2013

La ciudad

Existen leyendas urbanas que dicen que los jóvenes son irresponsables y despreocupados, que no les importa la política, que no leen, que no hacen más que drogarse, beber e ir a la discoteca. Es evidente que no es cierto, pero cuando eres joven y no eres así, debes luchar contra ese prejuicio en muchas ocasiones.

Del mismo modo, hay una leyenda urbana que dice que en las ciudades nadie se preocupa por el vecino de al lado. Que todos vivimos en nuestro pequeño núcleo, y que no existe solidaridad. Esto nos llevaría a pensar que en los pueblos la situación es muy diferente, y la gente va por la calle saludándose con una sonrisa franca, que todos se quieren y ayudan y es evidente que esto tampoco es cierto.

La vecina de delante tiene unos ochenta y pico años y, hasta hace cuatro o cinco meses, todos los días salía de casa por la mañana. Impoluta. Arreglada. Ligera. Dispuesta a ir a misa, ayudar en el barrio, leer el diario (en castellano, porque si hay alguna noticia interesante, la envía por correo a una amiga en Colombia), hacer lo que pudiera por los demás, etc.

Hace cuatro meses se cayó y, a pesar de no haberse roto nada, cogió miedo a ir sin bastón. El bastón fue psicológicamente demoledor, y ahora ya no se atreve a salir de casa sola. Por la mañana, cuando llego al despacho, ella abre la puerta y me pide que le suba el diario. Cada día se lo subo. Cada día llora al ver que ella ya no puede bajar sola.

No tiene hijos y su marido murió hace más de diez años.

Todos los días viene alguien a verla y le acompañan para salir a pasear o al médico. Esto pasa en un ciudad, mientras la leyenda urbana nos llevaría a pensar que un día alguien sabrá que falta solamente por el hedor en la escalera.

miércoles, 23 de enero de 2013

El futuro no será para los cautelosos

Que nadie me malinterprete, no pretendo hacer una apología de la acción sin reflexión pero, en ocasiones, pecamos de cautelosos.

Leo la receta de una hamburguesa en un blog, en que uno de los ingredientes es el queso. El primer comentario que leo es "se puede hacer sin queso?" y me dan ganas de contestar "No, jamás. De hecho, creo que deberías borrar el comentario para que jamás queden vestigios de duda sobre ese tema. Ahora ve al espejo, mírate, y repite cual mantra la siguiente frase "nunca intentaré hacer esta receta sin queso" hasta el amanecer del tercer día".

Si la intención es hacer la hamburguesa, nada pierde el comentarista en probar a hacerla sin queso, sin comino, sin pimentón... Evidentemente si finalmente no le pone ninguno de los ingredientes que propone la receta, hará otro plato! Ese es el mayor riesgo, oh, dios mío!!

Esto me ha hecho pensar en que no nos gusta errar, lo cual es normal, pero ello nos lleva a paradojas absurdas. Por no equivocarnos, no tomamos decisiones, lo cual puede ser un error aún mayor. Por no fallar, no hacemos. Y ese es un miedo que adquirimos con los años. Los niños no temen el error, pero los adultos les inculcamos ese miedo y así, sin quererlo, esperamos que nuestros hijos no cometan errores. Esto, a parte de imposible, supone un posicionamiento que cuando éramos adolescentes odiábamos: que los adultos te hablaran desde la experiencia y con la connotación de saber más de lo que hablaban porque tenían más años.

Creo que es positivo errar, para aprender y para descubrir que los errores que cometimos nos llevan al donde nos encontramos ahora, con todo lo malo y todo lo bueno que ello conlleva.

lunes, 14 de enero de 2013

Semana de estrellas

El domingo pasado estaba un poco angustiada porque se me planteaba una semana entera en la que no podría ir a comer ni un solo día a casa. Pero había una cosa que me ilusionaba y es que mi jefe me invitaba a comer el miércoles al Koy Shunka (KS), aprovechando que le acaban de dar una estrella Michelin.

El viernes por la noche los planes de quedar con los amigos se fueron al traste, y aproveché para hacer algo que me apetecía hacía semanas, reservar en el Nectari (N), aprovechando que le acaban de dar una estrella Michelin.

Son dos tipos de comida muy diferente, dos tipos de local muy diferente, dos experiencias muy diferentes aunque en ambas ocasiones pedí menú degustación. Pero si tuviera que elegir, moriría de empacho en el primero, aunque el menú sea unos euros más caro.

En el KS nos dieron de comer unos cuantos platos. Si mi memoria no me falla fueron unos chips con salsa de miso y foie, un chupito de sopa de miso deliciosa, una sopa de fideos con secreto ibérico y gambas de Palamós (mmmh!), una crema de tofu con erizo de mar y espuma de cítrico, sashimi con cinco tipos de atún para chuparse los dedos, arroz con atún, wagyu con setas, sushi muy bien hecho y con un sabor...; brochetas de cocochas con calçots y de postre un bizcocho de chocolate con frutos rojos y helado de yuzu. Todo absolutamente delicioso.

El encanto del sitio es evidente: estar sentado en la barra y disfrutar de las delicias que te sirven, a la vez que ves el movimiento de la cocina, la destreza del cocinero que corta el atún para el sashimi, el ayudante que monta los platos para que sean una obra de arte y, en definitiva, que te hace partícipe del juego disfrutando no sólo de lo que comes, sino también de lo que ves. Me gustó, especialmente, ver cómo hacían el wasabi justo antes de ponértelo en el plato de sashimi.

En el N el menú degustación no era tan generoso. En primer lugar nos sirvieron un aperitivo de la casa que nos hizo sonreír esperando cada uno de los platos. El aperitivo consistía en un tartar de salmón con un langostino, una croqueta de pavo deliciosa, un chupito de crema de setas (creo recordar) y un trozo de salmón marinado delicioso (cada uno servido en una de esas cucharitas de aperitivo). Era el principio de una gran cena, que vino seguido de un trocito de magret de pato, un foie con palomitas y texturización de módena* (tremendo!), una sopa de setas con nube de huevo (delicioso), pero los siguientes platos fallaron. En primer lugar, nos trajeron dos trocitos de rape con tres tipos de salsa (escaso para el plato enorme en que te lo traían, además de que el rape no era ninguna maravilla), y una carne que... bueno, que no era para estrellas. La carne no estaba mala, pero estaba recalentada, el plato quemaba porque no habían calentado la comida, sino el plato. Eso hizo que la salsa que llevaba la carne quedara con una capa seca arriba, dando la impresión de que llevaba emplatado desde el mediodía y te lo habían calentado en un microondas. Teniendo en cuenta que en ese momento había dos mesas ocupadas (la nuestra, y otra con otra pareja que ya había acabado de cenar), me pareció un poco cutre, especialmente si tenemos en cuenta el precio que pagas y el poco estrés que debía haber en la cocina en ese momento.

A diferencia del KS, el N no tiene ningún encanto especial. Es un sitio tranquilo, agradable, con camareros que te tratan de usted, pero ningún encanto especial.

Es malo comparar, y posiblemente si no hubieran coincidido en la misma semana la valoración sería distinta pero, qué le vamos a hacer! Esta ha sido mi semana de las estrellas.

* Esto de la texturización no lo digo yo, es como nos lo dijo la camarera. Al fin y al cabo era como una gelatina de módena, pero las palabras raras venden más, supongo!

martes, 1 de enero de 2013

Feliz año 2013!

El 13 es un número que no deja indiferente a nadie. Hay números, como el 2, o el 8 que pasan bastante desapercibidos. Pero el 13 es uno de esos números que, o bien te tienen que gustar, o te tienen que dar tirria. No te pueden dejar indiferente.

A la mayoría de gente que no le gusta encontrarse con un gato negro, o romper un espejo, o tirar sal, no le gusta tampoco el número trece. Y ya no te digo nada, si es un martes 13!

Pero tenemos que mirar al futuro con optimismo, porque el pesimismo se instala solo en nuestra retina. Así que, miremos a través de él, y veamos todo lo bueno que el año nos puede traer.

El presidente del Gobierno dice que el 2013 será un año de recuperación económica. Nadie le cree, así que no podemos buscar en la economía esa brizna de optimismo. Tampoco en el sistema político, que seguirá igual de corrupto, alejado de la ciudadanía, preocupado por intereses partidistas, etc. No lo podemos buscar en el sistema bancario, que no está dispuesto a aceptar tasas, a perdonar deudas, ni a interrumpir procedimientos de desahucio.

Así que, sólo nos queda una cosa. Nosotros. Tendremos que buscarlo en nuestros amigos (que si Fulanita se casa, y Menganito está esperando un hijo), en nuestra familia (que tu madre nos ha hecho un ingreso en el banco, aunque no se lo hayamos pedido), en el desconocido que te pica en la espalda para avisarte de que llevas el bolso abierto, en los clientes que te traen un detalle por Navidad, en el valor humano. Ese valor no se mide por primas de riesgo, no se puede recortar desde Bruselas, no se privatiza desde asambleas en las que sus miembros juegan al Apalabrados.

El valor humano será la estrella del 2013, y eso es lo que os deseo, que las penas no hagan disminuir vuestro valor humano.