lunes, 19 de julio de 2010

Deportes

Llega un punto en que esto es desesperante.

Hubo noticia sobre la liga hasta prácticamente el último partido porque matemáticamente no existía un ganador seguro. Hasta el último día de liga, las noticias deportivas hablaban prácticamente sólo de fútbol.

Acabó la liga y al cabo de uno o dos días, se seguía hablando de fútbol porque empezaron los primeros fichajes.

Poco después, la noticia era el fichaje de un entrenador. Pensaba que a los entrenadores se les contrataba y punto, pero la operación merecía ser calificada como fichaje.

Justo cuando se enfrió el tema de cómo le gusta el café a Mourinho por la mañana, y cuánto le echarán de menos en Milán, empezaron los amistosos del mundial. Les dedicaron más minutos televisivos que a verdaderos campeonatos de otros deportes.

Luego vino el mundial. Como España jugó hasta el último partido, tuvimos fútbol para comer, merendar y cenar. La primera semana de después del mundial ha consistido en recordar cada día qué buenos somo, cómo ganamos, qué contentos están todos y cómo se quieren Iker y Sara.

Ayer hizo justo una semana que acabó el mundial y hoy, sin darnos tiempo a respirar, nos vuelven a atacar nuevamente con la liga. Lo digo en serio, no puedo más, le estoy cogiendo manía y sé que la culpa no es del fútbol en si. Basta ya!!!!

Y encima, TV3 retransmitirá los europeos de atletismo, por lo que me he sentido aliviada por escuchar una noticia de deporte que no fuera sobre fútbol, y entonces caigo en la cuenta de que lo hacen sólo porque se celebran en Barcelona. Supongo que es una cuestión de obligación moral.

lunes, 12 de julio de 2010

Entre fantasmas

Llegar a la ciudad pasadas las diez de la noche y, en lugar de encontrar el bullicio propio de la principal avenida, descubrir que sólo pocas almas viven ajenas al fútbol.

Pasar por delante de todos los bares del barrio y ser incapaz de ver cuál es el resultado provisional, porque el gran número de personas agolpadas en la puerta no te dejan ver ni un milímetro de pantalla.

Seguir andando en dirección al dulce hogar pasando todos los bares que están cerrados porque no tienen pantalla de televisión, y no vale la pena pagar al personal por una noche tan improductiva.

Descubrir que un bar con una pantalla gigante delante de una plaza, siempre se puede convertir en un lugar de encuentro para más de cien personas.

Encontrar embobado delante de una pantalla - donde se escucha la retransmisión que sólo el fútbol puede generar- al paquistaní que vende pastas típicas de su país. No cierra el local, porque debe de ir en contra de su visión de negocio, pero estoy segura de que si entras a pedir algo será incapaz de atenderte porque no se puede poner la atención en dos cosas a la vez.

Finalmente, llegar a casa agotado tras un viaje de más de seis horas y encender la televisión. Quitar el volumen, porque es insoportable escuchar lo que dicen. Volver a ponerlo, porque en silencio es mucho más aburrido. Finalmente, celebrar el gol como si en ello nos fuera la vida, gritar, sonreir, abrazarnos y prácticamente saltar de alegría.

Dejar la celebración para los demás y coger la cama odiando a todos aquellos que esta noche han descubierto que tienen un cláxon en el coche o en la moto, a todos los que no saben celebrar las alegrías sin molestar a los demás, a los que no saben festejar una victoria sin romper, quemar o pintar. Y entonces, a pesar de lo mucho que has celebrado el gol, y de saber lo mucho que se lo merece el equipo, pensar "ojalá hubieran perdido".

Aún así, fue de lo más interesante vivir la sensación de no saber cómo iba el partido, no saber quién ganaba o quién perdía, mientras todo el mundo a tu alrededor está atento únicamente a eso.