martes, 28 de mayo de 2013

El reverso de la ciudad

LLevo tiempo sin escribir, y el último post era hasta bonito: "aunque vivamos en una ciudad, estamos los unos al lado de los otros".

Pues hoy escribo porque ayer pasó algo que me hizo pensar todo lo contrario y no puedo dejar de darle vueltas.

En la finca donde vivo sólo quedan tres personas que llevan viviendo allí más de 30 años. El resto es gente joven, que se mudó al barrio de moda. Que se dan dos besos al llegar a las reuniones de vecinos. Que se quejan en todas las reuniones de vecinos sobre el dinero, pero que paralelamente llevan unos modelitos que valen una pasta. Todos son de clase media, autóctonos y bien educados.

Pues ayer, una de las vecinas, envió un e-mail al administrador de fincas (con copia a todos los vecinos) explicando que uno de los señores mayores que queda en la escalera ha fallecido. Triste noticia, especialmente para los que le conocen desde antes de que hubiera democracia en este país. Ayer, una decía "ay, con lo majo que era cuando era joven y, mira, se ha muerto ahí solo. Qué pena. Qué pena".

Lo sorprendente del e-mail de la vecina no era que nos informara de la muerte, sino que a renglón seguido preguntaba "¿y ahora qué pasará con la contribución de la escalera?".

De qué cosas se preocupan algunos.