miércoles, 23 de enero de 2013

El futuro no será para los cautelosos

Que nadie me malinterprete, no pretendo hacer una apología de la acción sin reflexión pero, en ocasiones, pecamos de cautelosos.

Leo la receta de una hamburguesa en un blog, en que uno de los ingredientes es el queso. El primer comentario que leo es "se puede hacer sin queso?" y me dan ganas de contestar "No, jamás. De hecho, creo que deberías borrar el comentario para que jamás queden vestigios de duda sobre ese tema. Ahora ve al espejo, mírate, y repite cual mantra la siguiente frase "nunca intentaré hacer esta receta sin queso" hasta el amanecer del tercer día".

Si la intención es hacer la hamburguesa, nada pierde el comentarista en probar a hacerla sin queso, sin comino, sin pimentón... Evidentemente si finalmente no le pone ninguno de los ingredientes que propone la receta, hará otro plato! Ese es el mayor riesgo, oh, dios mío!!

Esto me ha hecho pensar en que no nos gusta errar, lo cual es normal, pero ello nos lleva a paradojas absurdas. Por no equivocarnos, no tomamos decisiones, lo cual puede ser un error aún mayor. Por no fallar, no hacemos. Y ese es un miedo que adquirimos con los años. Los niños no temen el error, pero los adultos les inculcamos ese miedo y así, sin quererlo, esperamos que nuestros hijos no cometan errores. Esto, a parte de imposible, supone un posicionamiento que cuando éramos adolescentes odiábamos: que los adultos te hablaran desde la experiencia y con la connotación de saber más de lo que hablaban porque tenían más años.

Creo que es positivo errar, para aprender y para descubrir que los errores que cometimos nos llevan al donde nos encontramos ahora, con todo lo malo y todo lo bueno que ello conlleva.

lunes, 14 de enero de 2013

Semana de estrellas

El domingo pasado estaba un poco angustiada porque se me planteaba una semana entera en la que no podría ir a comer ni un solo día a casa. Pero había una cosa que me ilusionaba y es que mi jefe me invitaba a comer el miércoles al Koy Shunka (KS), aprovechando que le acaban de dar una estrella Michelin.

El viernes por la noche los planes de quedar con los amigos se fueron al traste, y aproveché para hacer algo que me apetecía hacía semanas, reservar en el Nectari (N), aprovechando que le acaban de dar una estrella Michelin.

Son dos tipos de comida muy diferente, dos tipos de local muy diferente, dos experiencias muy diferentes aunque en ambas ocasiones pedí menú degustación. Pero si tuviera que elegir, moriría de empacho en el primero, aunque el menú sea unos euros más caro.

En el KS nos dieron de comer unos cuantos platos. Si mi memoria no me falla fueron unos chips con salsa de miso y foie, un chupito de sopa de miso deliciosa, una sopa de fideos con secreto ibérico y gambas de Palamós (mmmh!), una crema de tofu con erizo de mar y espuma de cítrico, sashimi con cinco tipos de atún para chuparse los dedos, arroz con atún, wagyu con setas, sushi muy bien hecho y con un sabor...; brochetas de cocochas con calçots y de postre un bizcocho de chocolate con frutos rojos y helado de yuzu. Todo absolutamente delicioso.

El encanto del sitio es evidente: estar sentado en la barra y disfrutar de las delicias que te sirven, a la vez que ves el movimiento de la cocina, la destreza del cocinero que corta el atún para el sashimi, el ayudante que monta los platos para que sean una obra de arte y, en definitiva, que te hace partícipe del juego disfrutando no sólo de lo que comes, sino también de lo que ves. Me gustó, especialmente, ver cómo hacían el wasabi justo antes de ponértelo en el plato de sashimi.

En el N el menú degustación no era tan generoso. En primer lugar nos sirvieron un aperitivo de la casa que nos hizo sonreír esperando cada uno de los platos. El aperitivo consistía en un tartar de salmón con un langostino, una croqueta de pavo deliciosa, un chupito de crema de setas (creo recordar) y un trozo de salmón marinado delicioso (cada uno servido en una de esas cucharitas de aperitivo). Era el principio de una gran cena, que vino seguido de un trocito de magret de pato, un foie con palomitas y texturización de módena* (tremendo!), una sopa de setas con nube de huevo (delicioso), pero los siguientes platos fallaron. En primer lugar, nos trajeron dos trocitos de rape con tres tipos de salsa (escaso para el plato enorme en que te lo traían, además de que el rape no era ninguna maravilla), y una carne que... bueno, que no era para estrellas. La carne no estaba mala, pero estaba recalentada, el plato quemaba porque no habían calentado la comida, sino el plato. Eso hizo que la salsa que llevaba la carne quedara con una capa seca arriba, dando la impresión de que llevaba emplatado desde el mediodía y te lo habían calentado en un microondas. Teniendo en cuenta que en ese momento había dos mesas ocupadas (la nuestra, y otra con otra pareja que ya había acabado de cenar), me pareció un poco cutre, especialmente si tenemos en cuenta el precio que pagas y el poco estrés que debía haber en la cocina en ese momento.

A diferencia del KS, el N no tiene ningún encanto especial. Es un sitio tranquilo, agradable, con camareros que te tratan de usted, pero ningún encanto especial.

Es malo comparar, y posiblemente si no hubieran coincidido en la misma semana la valoración sería distinta pero, qué le vamos a hacer! Esta ha sido mi semana de las estrellas.

* Esto de la texturización no lo digo yo, es como nos lo dijo la camarera. Al fin y al cabo era como una gelatina de módena, pero las palabras raras venden más, supongo!

martes, 1 de enero de 2013

Feliz año 2013!

El 13 es un número que no deja indiferente a nadie. Hay números, como el 2, o el 8 que pasan bastante desapercibidos. Pero el 13 es uno de esos números que, o bien te tienen que gustar, o te tienen que dar tirria. No te pueden dejar indiferente.

A la mayoría de gente que no le gusta encontrarse con un gato negro, o romper un espejo, o tirar sal, no le gusta tampoco el número trece. Y ya no te digo nada, si es un martes 13!

Pero tenemos que mirar al futuro con optimismo, porque el pesimismo se instala solo en nuestra retina. Así que, miremos a través de él, y veamos todo lo bueno que el año nos puede traer.

El presidente del Gobierno dice que el 2013 será un año de recuperación económica. Nadie le cree, así que no podemos buscar en la economía esa brizna de optimismo. Tampoco en el sistema político, que seguirá igual de corrupto, alejado de la ciudadanía, preocupado por intereses partidistas, etc. No lo podemos buscar en el sistema bancario, que no está dispuesto a aceptar tasas, a perdonar deudas, ni a interrumpir procedimientos de desahucio.

Así que, sólo nos queda una cosa. Nosotros. Tendremos que buscarlo en nuestros amigos (que si Fulanita se casa, y Menganito está esperando un hijo), en nuestra familia (que tu madre nos ha hecho un ingreso en el banco, aunque no se lo hayamos pedido), en el desconocido que te pica en la espalda para avisarte de que llevas el bolso abierto, en los clientes que te traen un detalle por Navidad, en el valor humano. Ese valor no se mide por primas de riesgo, no se puede recortar desde Bruselas, no se privatiza desde asambleas en las que sus miembros juegan al Apalabrados.

El valor humano será la estrella del 2013, y eso es lo que os deseo, que las penas no hagan disminuir vuestro valor humano.