viernes, 1 de febrero de 2013

La ciudad

Existen leyendas urbanas que dicen que los jóvenes son irresponsables y despreocupados, que no les importa la política, que no leen, que no hacen más que drogarse, beber e ir a la discoteca. Es evidente que no es cierto, pero cuando eres joven y no eres así, debes luchar contra ese prejuicio en muchas ocasiones.

Del mismo modo, hay una leyenda urbana que dice que en las ciudades nadie se preocupa por el vecino de al lado. Que todos vivimos en nuestro pequeño núcleo, y que no existe solidaridad. Esto nos llevaría a pensar que en los pueblos la situación es muy diferente, y la gente va por la calle saludándose con una sonrisa franca, que todos se quieren y ayudan y es evidente que esto tampoco es cierto.

La vecina de delante tiene unos ochenta y pico años y, hasta hace cuatro o cinco meses, todos los días salía de casa por la mañana. Impoluta. Arreglada. Ligera. Dispuesta a ir a misa, ayudar en el barrio, leer el diario (en castellano, porque si hay alguna noticia interesante, la envía por correo a una amiga en Colombia), hacer lo que pudiera por los demás, etc.

Hace cuatro meses se cayó y, a pesar de no haberse roto nada, cogió miedo a ir sin bastón. El bastón fue psicológicamente demoledor, y ahora ya no se atreve a salir de casa sola. Por la mañana, cuando llego al despacho, ella abre la puerta y me pide que le suba el diario. Cada día se lo subo. Cada día llora al ver que ella ya no puede bajar sola.

No tiene hijos y su marido murió hace más de diez años.

Todos los días viene alguien a verla y le acompañan para salir a pasear o al médico. Esto pasa en un ciudad, mientras la leyenda urbana nos llevaría a pensar que un día alguien sabrá que falta solamente por el hedor en la escalera.