martes, 29 de abril de 2014

Camarero, una de mero!

Que uno no vaya de sibarita por la vida, no supone que no se den circunstancias de lo más curiosas con los camareros. A veces van de sobrados, y cuando les dices que quieres un vino determinado, te miran con cara de desaprobación haciéndote saber que no tienes ni puñetera idea de lo que has pedido para comer y para beber, y que es pecado mortal juntar ambos elementos en la misma mesa.

Otras veces te dicen aquello de "hola chicos, qué tal?". Que es una forma como cualquier otra de empezar una conversación, pero que el 90% de los camareros de los bares "modernos" digan lo de "chicos" acaba por hincharte las pelotas. Y no porque uno tenga una edad -que no-, sino porque simplemente se puede obviar la palabrita y quedas la mar de educado.

Pero hoy quiero explicar dos anécdotas que bien las podría haber protagonizado el mismo camarero. En la primera de ellas estamos en una terracita, cerca del mar, relax, menú mediodía y le preguntamos al camarero por el postre. Es de esos camareros que no toma nota, que no lee de una libreta, que sabe perfectamente lo que hay y lo que no hay, y en ese momento, en el que le preguntas, debes tener toda la atención puesta en sus palabras porque sabes que sólo hay una oportunidad para escucharlo todo, para asumir lo que más te apetece, y para pedir. Vamos allá. "hoy tenemos flan de la casa, yogur, helado de vainilla, firestones, y fruta- plátano, manzana, piña-" Lo dice tan rápido que sólo un oído educado es capaz de distinguir los firestones entre todos los postres que nos dice, así que le pedimos que nos explique lo que son. No es muy hábil con las palabras, de modo que trae una ración para mostrarnos el postre. Y sí, amigos, estaban bastante buenos los profiteroles.

La segunda anécdota requiere un poco de conocimiento de otro idioma, y es que en una cena entre amigos uno pide una "copa de vi negre, si us plau", ante lo que el camarero, con asombro le pregunta que "qué". "Una copa de vi negre", repite. En ese momento, el camarero le pide al comensal que se lo vuelva a decir, porque no le entiende y éste cambia el idioma para pedir una copa de vino tinto. Cuando le trae la copa, el camarero, con cierta condescendencia, le explica al comensal que no se dice "vino negro" sino "vino tinto", a lo que el comensal le hace saber que en catalán su nombre es "vi negre". Sorprendido, el camarero le explica que a él siempre le piden "vi tint".

En fin, chicos, si os apetece, podéis explicar anécdotas divertidas con camareros en los comentarios!


jueves, 24 de abril de 2014

El tema

Mantener un blog, en ocasiones exige disciplina. Compruebas que hace días, semanas, meses que no escribes, y te planteas aquello de "buah, esto no puede volver a pasar, me tengo que poner más a menudo a ello". Y desde ese día, vas buscando temas que te puedan inspirar. Algunos inspiran más, otros son más para espirar (o, incluso, expirar).

La vida, cuando es monótona, no es aburrida pero no se te ocurre qué escribir sobre ella. Cuando quieres saber cómo le va a tu colega que está viviendo en Túnez desde hace meses, a la que emigró a Suiza hace ya años, o la que vive en Bélgica desde hace casi una vida, te planteas enviar un e-mail. Pero no puedes enviar un e-mail sólo con preguntas del tipo "¿qué tal todo? ¿cómo va el curro? ¿qué tal aquel chico que tenías ahí en el candelero?" porque en lugar de un correo parece un interrogatorio.

Así que te obligas a explicar un poco, como mínimo, qué tal va tu vida, y tu curro, y tus cosas monótonas pero que al fin y al cabo son las que constituyen tu vida. Y yo siempre empiezo los correos de la misma manera "por aquí todo bien, como siempre", que es mi forma de advertir al lector de que ese e-mail está prácticamente vacío de contenido. No pretende dar información, sino mantener la comunicación con alguien a quien no sueles ver delante de una copa de vino para hablar de lo humano y lo divino.

Estos días mi suelo se está moviendo, y tengo temas para el blog, para los e-mails, para dar e, incluso, para vender. Sin embargo, ahora que tengo temas en la mente en los que no paro de pensar, no paro de darle vueltas y vueltas, resulta que preferiría hablar en este post sobre Aguirre y los antitaurinos, y enviar e-mails vacíos de contenido. A ver si en poco tiempo, puedo volver a una feliz monotonía.

jueves, 10 de abril de 2014

La jornada laboral

Leo que en Suecia se va a reducir la jornada laboral a seis horas diarias, y aquí aún estamos en las ocho. Hace ya tiempo que su jornada es de siete, y quieren probar si con una jornada de seis hora aumenta la productividad.

La productividad no interesa en España, y si alguien insinuara algo similar a lo que van a probar en Suecia, el presidente de la patronal (no, no aquel imputado por varios delitos, sino el actual) diría que es una aberración, y que en su lugar él propone abaratar el despido.

Es evidente que, tras un número determinado de horas de trabajo sin descansar, eres menos productivo. De hecho, esto lo estoy escribiendo desde mi puesto de trabajo, dado que desde las nueve no me he levantado de la silla y ya no sé ni cómo me llamo. Para evitar la distracción, silencio el teléfono móvil, pero por mi trabajo, es normal que cuando estoy metida en un tema, algo me distraiga y me lleve a otro (una llamada, un conversación con mi jefe, etc.) así que, sólo me hace falta eso, para irme totalmente de donde estaba.

La verdad es que nos planteamos muchas cosas para reducir el paro- por ahora lo que más funciona es la emigración- pero una reducción de las horas extras, una disminución de la jornada laboral, conllevaría un aumento de la contratación y, según esta teoría, un aumento de la productividad porque tanto el trabajador con la jornada "reducida" como el nuevo contratado, producirían más.

Además, se incrementaría el consumo, eso que tanto buscan los gobiernos. No queremos ciudadanos que consuman de manera responsable, sino que lo hagan por impulsos. Y, si trabajan menos horas, dedicarán más a consumir. Desde mi punto de vista, conllevaría una mejor conciliación de la vida laboral y familiar/social, una mejora en la salud, un mayor tiempo para dedicar a actividades extralaborales que interesen a la persona, etc.

Así que, mientras en Suecia se plantean instaurar una jornada laboral de 30 horas laborales, aquí algunos vemos como una utopía y el objetivo a conseguir, una jornada de 35 horas semanales. Algún día...

martes, 1 de abril de 2014

Manda huevos

La verdad es que no me considero ni cocinillas, ni foodie, ni gourmet, ni nada de todas esas cosas que sirven para etiquetar a la gente. Aún así reconozco que me gusta cocinar, y me gusta comer. Sé cosas al respecto que otras personas a las que la comida no les interesa lo más mínimo, es posible que no sepan, pero eso no me hace, para nada, una experta en el tema gastronómico.

Dicho esto, ayer descubrí que se puede- incluso parece que se debe- cocinar un huevo a baja temperatura. En realidad, la temperatura es alta, pero como no alcanza la ebullición, se le denomina así. "Menudo descubrimiento" dirán algunos, pero es que bastante me llevó conseguir hace un huevo poché digno de ser llamado así.

Y, claro, no me lo tomé como un descubrimiento sino como un nuevo reto. Lo que no sabía es que el reto no consistía en cocinarlo, sino en averiguar quién de los cientos de profesionales y aficionados al mundo de la cocina, tenía la receta adecuada. Parece sencillo: meter un huevo en agua a 65 grados y que se cocine. Pero claro, unos te dicen que "si no tienes roner, puedes hacerlo en la thermomix". Mi pregunta es, ¿alguien tiene roner? Es como buscar en google cómo cambiar la rueda del coche y encontrar algo así como "si no dispone de una plataforma elevadora para automóviles...". Pues no, mire usted, de esto me da a mí, que no tengo!

En mi caso concreto no tengo roner, ni thermomix ni tengo muy claro que mi horno (un horno normal y corriente) sea un "horno para cocinar al vapor", aunque saque mucho humillo cuando hago las pizzas.  Conclusión, debes hacerlo en una cacerola con agua. De eso sí que tengo!!! Pero nada es tan fácil, deberás usar un termómetro alimentario. Un termómetro alimentario. Así, como si tal cosa.

Algún cocinero profesional que quiere hacer un platazo, pone lo de huevo cocinado a baja temperatura, y como tiene un programa divulgativo de cocina, se da cuenta de lo complicado que es hacer eso en casa. Así que te suelta un "pon agua a hervir en una cacerola, y cuando hierva retírala del fuego, introduce los huevos y en 10-12 minutos ya estarán listos". Claro, la temperatura del agua cuando acaba de hervir no es de 65º, ni por asomo, así que busqué alguna otra receta que me ayudara a ser más exacta. Y ahí vino el gran problema, el ingente número de personas que han cocinado un huevo a baja temperatura en su vida, y han decidido compartirlo en internet. ¡Qué de gente!

Esto podría parecer algo positivo: si hay mucha gente, seguro que alguno lo hacía en una cacerola, así que debería haber encontrado una receta. Y la verdad es que no encontré una, encontré unas diez (hasta que dejé de buscar) y el problema viene con la receta en sí. Sólo tiene un misterio: cuánto tiempo dejar los huevos en el agua a 65º, ni uno más, ni uno menos. Pues algunos dicen que 4 minutos, otros 10, otros dicen que unos 20, alguno decía que 40 (la mayoría de recetas), uno aseguraba que el tiempo exacto debe ser de 48 minutos (dato sólo para puristas) y otro proponía que 50.

¿Cómo puede ir la franja de entre 4 y 50 minutos? ¿en serio es esto tan complicado?

En fin, harta de buscar y no encontrar la receta, le envié la consulta al comidista, a ver si nos la resuelve en el próximo "Aló comidista". Si fuera así, prometo un reportaje sobre la experiencia propia de cocinarlos, y si alguien quiere venir a probarlos, estáis invitados!