El lunes fue uno de aquellos pocos días al año en que no iba motorizada. Esos días me ayudan a observar mejor el ambiente, notar el latido de la ciudad y fijarme en ciudadanos anónimos de los que te cruzas por la calle. Esta fue mi observación:
Había un señor de unos 50 años, tomando un café con leche en un bar. Era indigente, se veía claramente por sus ropas, el gorro de lana, la barba descuidada, y las capas y capas de ropa que vestía. Era el único cliente del bar, y me sorprendió gratamente que le hubieran dejado sentarse en una mesa.
A pesar de estar sentado en una mesa tranquila de un bar con grandes ventanales, parecía inquieto por algo. Se le veía preocupado, y miraba continuamente hacia algo que estaba en la calle. Siguiendo la dirección de su mirada descubrí el objeto de sus deseos e inquietudes: había un carro del supermercado repleto de objetos (ropa, mantas, platos sucios, trozos de hierros, muñecos, zapatos, etc.) sucios y viejos.
Entonces entendí el motivo de su angustia. Él sabe que en Barcelona no puedes dejar absolutamente nada de valor sin vigilar en la calle, y lo que le preocupaba es que mientras tomaba el café tranquilamente en un bar, algún chorizo de poca monta le robara sus propiedades.
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2 comentarios:
si es que ya no se respeta ni el carrito de los homeless...
hasta el más desposeído, posee algo... propiedad privada, instinto natural.
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