lunes, 20 de julio de 2009

La parejita

Es usual fijarse en las personas que uno se cruza por la calle. Es usual fijarse en las parejas mayores, en los adolescentes que descubren el contacto físico, en los maduritos que hablan con cara de "estamos hablando del tema más importante del mundo", etc.
En la playa la fijación es mayor, porque nos instalamos todos bien cerquita unos de otros, y durante un tiempo indeterminado compartimos espacio físico y sonoro. Y lo de sonoro es evidente cuando el lumbreras de al lado decide poner música para compartir, y también es evidente cuando el señor de dos toallas más para allí habla con esa voz como salida de lo más profundo de la Tierra.
En la playa pudimos compartir espacio con dos parejas heterosexuales, entre otra mucha gente que estaba allí. Pero estas dos parejas eran especiales. La parte masculina de cada una de las parejas se podría describir como "un señor de Murcia", seguro de que lo sabe absolutamente todo, controlador de lo que hace su pareja, incisivo a la hora de dar órdenes a sus iguales, con pocas luces y mucho morro. La parte femenina se componía por dos chicas más jóvenes, sumisas y calladas. Lo de sumisas lo digo por lo de calladas, quiero decir, que una mujer que permite que su pareja le diga según qué cosas sin que eso provoque la ira femenina, se la podría describir como sumisa.
Las dos chicas eran extranjeras.
A la mañana siguiente, paseando por la ciudad, salió de una portería un señor de unos cincuenta años, con barriga, feucho, de barrio. Iba acompañado de una chica de unos veinticinco años, delgada, bien vestida, con cara de sueño. Sacaban la basura cogidos de la mano.
La chica era extranjera.
Y uno no puede evitar pensar que si están con esos tipos es por "los papeles", juzgando sin tener la más mínima idea y pensando que los demás querrían lo que uno quiere, y que algunos se conforman con menos. Cuán equivocada estoy!

1 comentario:

Susie Q dijo...

Una cosa es no ser exigente y otra no tener listón. No te engañes, Rus, la del barrio no lo sé pero las de la playa te lo digo yo que si no fuera por necesidad no les aguantaban...