Todos sabemos cómo van los ciclistas por la ciudad, y cómo se queja todo el mundo, y como los que han ido en bici toda la vida se llevan las manos a la cabeza cuando vez a los locos de las dos rueda.
Parada en un semáforo de la Plaza España vi como un ciclista con mucha prisa decidió que, a pesar de estar el semáforo de peatones en rojo, como el de los vehículos también lo estaba, cruzó todo el paso de cebra que hay al final de la calle Tarragona, continuó por el carril de la derecha de los coches en contra dirección hasta llegar a la altura de Gran Via, donde subió a la acera a una velocidad demasiado alta para encontrarse con los peatones.
Seguí mi camino hasta casa, y en el último momento decidimos comprar alguna lata de cerveza para cenar.
Estábamos cruzando el paso de peatones de la calle María Aurélia de Capmany, cuando un ciclista que bajaba a gran velocidad por Riera Alta, se encontró con un paso de peatones, oh Dios mío, con peatones cruzando. Cualquiera que conduzca habitualmente, se hubiera parado ante los peatones, hubiera esperado a que cruzaran, y hubiera continuado la marcha. Pero nuestro amigo ciclista, decidió esquivarnos a todos, porque formábamos un grupo bastante compacto (mi compañero, yo y una madre con sus dos churumbeles).
Ante la decisión de esquivarnos, tomó una nueva decisión incorrecta: en lugar de esquivarnos por detrás, decidió pasar por delante de nuestras narices, a una velocidad, repito, bastante elevada. Uno de los niños, al ver que no venían coches, se lanzó a la carrera con su triciclo, y el ciclista (que estaba ocupando un carril en contra dirección, cosa que no hubiera pasado si nos hubiera esquivado por detrás) tuvo que frenar con tal fuerza que voló por encima de la bici, aterrizando sobre el niño.
El chico se hizo una brecha de unos tres centímetros en la barbilla, que sangraba y sangraba. El niño se asustó tanto que no paraba de llorar. Yo llamé una ambulancia, y mi compañero fue a buscar una botella de agua para el herido.
Lo cómico de la historia fue que, cuando le estábamos atendiendo, el chico con una cara blanca como la nieve, y los labios azules aún del susto, dijo "es que cruzan sin mirar".
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3 comentarios:
hijosdeputa
mandre mía! qué peligro!
paberse matao
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