viernes, 8 de mayo de 2009

retomando el tema...

Bueno, pues retomando el tema de los robos, os explicaré mi última anécdota con los ladrones, ladronzuelos y chorizos que habitan esta ciudad.
Día y hora: Martes 22:15 horas de la noche.
Lugar: Riera Alta a la altura de la plaza Aureli Capmany.
Situación: Dos señoras dentro de un coche. El vehículo tiene puestos los cuatro intermitentes porque está parado en el carril bici. Se supone que es una parada corta.
Yo estoy justo delante, en el parking de motos, cagándome en todo porque mi padre tiene que venir desde la otra punta de la ciudad a ayudarme a romper el candado de mi moto, ya que se me rompió y me ha dejado la moto inmovilizada.
La señora que no conduce se baja del coche. Su amiga quita los intermitentes y se dispone a arrancar, cuando un chico joven se acerca mucho a la rueda delantera izquierda del coche y le dice "señora, señora, la rueda". Mientras él hace esto, su amigo y compinche se acerca a la puerta trasera derecha del vehículo e intenta abrir la puerta.
Mi reacción: decir "señora, ni caso, siga, siga" haciéndole gestos con la mano de que no pare el vehículo y siga avanzando.

La señora me mira, me dice "qué?" y yo le contesto "que siga, que siga". La señora arranca, y se va, acojonadita, la pobre. Tengo que decir que tenía las puertas cerradas, al menos las traseras, pero si el ladrón hubiera intentado abrir la del copiloto, creo que se la hubiera encontrado abierta, porque la amiga acababa de salir del coche.

Total, que la señora se va, y ahí me quedo yo, sola, delante de aquellos dos señores tan amables y simpáticos. Rezaba para que llegara mi padre. Pero no llegó.
Por suerte los ladrones estaban tan dedicados a engañar a la señora, que creo que no se dieron cuenta de mi comentario, porque cuando la señora se fue, ellos siguieron su camino sin dirigirme ni una triste mirada. Existen dos opciones:
- Que no se enteraran de lo que dije.
- Que pensaran que si tenía los cojones de joderles el negocio es porque tenía un as escondido en la manga.

Al cabo de dos minutos pasaron dos motos de la guardia urbana. Aparecieron dos amigas por el lugar. Y, finalmente, llegó mi padre. Pero esos primeros momentos, tengo que reconocer que me asusté bastante.

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